Ya lo había dicho Miguel: "La poesía no es cuestión de consonantes: es cuestión de corazón. Basta de remilgos y empalagos de poetas que parecen monjas confiteras, todo primor, todo punta de dedo azucarado"
En un estado de excepción cultural y ámbito herrumbroso de cartillas en la cual la de racionamiento no era la más restringida, Molina se sumerge en el verso para respirar aire sin interés amortizable, deliberadamente marginado el hombre con hambre entre ritos y mitos "cuando el viento es una luz desesperada, sobre un campo de nieve mal herida, es una sangre roja y esparcida..."
"Este mi primer libro; un libro elemental y rudo, como yo quisiera ser: legítimo y rebelde como los seres primitivos. Mi obra presente y futura está consagrada al hombre como base fundamental de la existencia. Al pueblo, como único manantial de la poesía". Todos sus libros son actos de fe de esa promesa. Desde el horno de la calle de Arriba hasta culminar su aventura poética, siempre amasó con la misma levadura. Su manera de ser, el amor a los suyos, sus creencias, siguen en el mismo sitio. Físicamente cambia también muy poco. Hay sin duda un cierto desencanto en la esperanza y frente a las palabras de su apasionada conversación, las economiza en su obra por no confiar demasiado en ellas.
"¿Hasta cuando esa jerga sin sentido?"
La espera fue larga, los medios para salir a flote muy cortos, y hubo que aguantar la "costumbre venerable de tanto ser mezquino y cotidiano, que habla y habla sin decir nada. Estoy cansado de oír lo mismo: cada vocablo, hermano de otro vocablo, emparejado a veces en un ismo."
Cuando se le proponía leer literatura del siglo XVIII, decía que no tenía tiempo de leer la del siglo XX. Sin embargo y desde su puesto en la Biblioteca Gabriel Miró, leyó a Maquiavelo y se entusiasmó por Pío Baroja, entonces "maldito".
Es uno de los pocos recursos: el hombre no está solo cuando ama. No puede ser un espejismo esa recóndita ansia de adentrarse en el misterio del amor.
"No sé si es el tiempo, sé que ahora Brilla en mi vida un pájaro de cielo Y que toda mi vida es una llama Febril e incandescente, es una orgía De corazón sangrante que ama y ama".
Menos mal que teníamos el muro de las lamentaciones del estudio de Gastón Castelló con visitas de Santos Torroella, Abad Miró Rodríguez Albert, Antonio Valencia, Blas de Otero, Lachat, Stella Corvalán, mientras por otras aulas desfilaban Eugenio Montes, González Ruano, Emilio Romero y otros victoriosos.
De tanto en tanto he recibido alguna que otra carta suya, un soneto, la noticia de un viaje... "Tengo confianza en nuestro porvenir inmediato. Estoy trabajando en la historia del Grupo de Orihuela. No pienso nunca olvidar a mis amigos aunque no recuerde donde están.
Nuestra existencia ya no pudo ser la misma. La poesía murió en una celda de Alicante. Y la pintura, la música y la gran prosa del mundo sigue agonizando... Pero estamos milagrosamente vivos y la esperanza- dice el pueblo- es lo último que se pierde..."
"Todo mi cuerpo quiere desprenderse de este servilismo de la hondura donde tiene el pie para caerse; pero no puede ser, la tierra obliga y el corazón no puede con la altura aunque toda mi alma se lo diga."
(Vicente Bautista Belda)
Del libro 'Vega Baja"
No hay comentarios:
Publicar un comentario