Manuel Molina

Manuel Molina
Retrato de Ramón Palmeral 2017

domingo, 30 de abril de 2017

Centenario olvidado de Manuel Molina. Carta al director del Diario Información de Alicante

 

 

 Texto

Centenario olvidado del poeta Manuel Molina

El poeta Manuel Molina nació en Orihuela el 28 de octubre de 1917, se van a cumplir 100 años desde su nacimiento, y que yo sepa las autoridades alicantinas no han preparado ningún acto o seminario que yo sepa. Además de ser gran amigo desde la infancia de Miguel Hernández y de Vicente Ramos, fue un poeta que hubo de sortear a la censura franquista para publicar sus obras entre ellas «Hombres a la deriva» de 1950.
Han pasado 65 años desde la primera edición del poemario «Hombres a la deriva» (Edición de la Colección Ifach, Alicante), un libro que se debe analizar desde el contexto histórico y literario de la época de posguerra y la represión franquista. A lo largo del tiempo este poemario no ha tenido el reconocimiento literario-histórico que se merece, puesto que en realidad es una crítica al régimen franquista desde la óptica poética del postismos (vanguardia poética de los años cincuenta), acepción que en realidad significa romper con lo anterior, una avanzadilla para dejar atrás y de lado una situación opresora en todos los órdenes sociales y políticos durante la dictadura. El propio título del libro «Hombres a la deriva» ya nos denuncia la situación de hombres sin rumbo en una sociedad cautiva donde España estaba aislada internacionalmente bajo el mando dictatorial de Franco.



jueves, 27 de abril de 2017

CENTENARIO OLVIDADO DE MANUEL MOLINA





    El poeta Manuel Molina nació en Orihuela el 28 de octubre de 1917, se van a cumplir 100 años desde su nacimiento, y que yo sepa las autoridades alicantinas no han preparados ningún acto o seminario que yo sepa. Además de ser gran amigo desde la infancia de Miguel Hernández y de Vicente Ramos, fue un poeta que hubo de sortear a la censura franquista para publicar sus obras entre ellas Hombres a la deriva de 1950.
    Han pasado sesenta y siete años desde la primera edición del poemario Hombres a la deriva de Manuel Molina, Edición de la Colección Ifach, Alicante), un libro que se debe analizar desde el contexto histórico y literario de la época de posguerra y la represión franquista. A lo largo del tiempo este poemario no ha tenido el reconocimiento literario-histórico que se merece, puesto que en realidad es una crítica al régimen franquista desde la óptica poética del postismos (vanguardia poética de los años cincuenta), acepción que en realidad significa romper con lo anterior, una avanzadilla para dejar atrás y de lado una situación opresora en todos los órdenes sociales y políticos durante la dictadura. El propio  título del libro Hombres a la deriva (que según la solapa se iba a llamar en principio Hombres de mi país), ya nos denuncia la situación de hombres sin rumbo en una sociedad cautiva donde España estaba asilada internacionalmente bajo el mando dictatorial de Franco. Ramón Fernández Palmeral prepara un ensayo sobre poemario.
    

martes, 25 de abril de 2017

Sobre la amistad de Miguel Hernández y Manuel Molina. en diario Levante de la El Mercantil Valenciano

 

 

 

Sobre la amistad de Miguel Hernández y Manuel Molina

19.04.2017 | 04:15 Levante de la CMV
 
Nos encontramos en el centenario del nacimiento del poeta alicantino Manuel Molina Rodríguez (1917-1990) y en los 75 años de la muerte de Miguel Hernández: dos amigos de la infancia y juventud, con siete años de diferencia de edad. Esta diferencia hizo dudar a los estudiosos hernandianos de la verdadera amistad entre ambos, amigos y vecinos. Una amistad que hubiera perdurado en el tiempo si no hubiera sido porque se interpuso entre ellos una injusta y terrible guerra civil. A los despropósitos bélicos se unió el adversario Ramón Pérez Álvarez (1918-1986) cuyas cerbatanas envenenas de críticas hicieron tambalear la existencia de la tertulia literaria de la Tahona de los Fenoll en Orihuela en los años treinta. La animadversión de Pérez Álvarez se hizo patente en varios artículos publicados en la revista La lucerna, que negó la existencia de esa tertulia, cuando en realidad Ramón no pertenecía a ella.
Ahora, en 2017, he descubierto en el legado digitalizado de Miguel Hernández en Jaén, las cartas manuscritas donde cita a Molina como amigo de Orihuela, dirigidas al panadero Carlos Fenoll y a Josefina Manresa. Y en la segunda quincena de septiembre de 1939, Miguel una vez puesto en libertad de la prisión de Torrijos de Madrid estuvo en la casa de Molina en Alicante buscándolo, y como no lo encontró dejó recado a la hermana de Molina de su visita. Al siguiente día Molina fue a Cox con Fenoll para advertirle que no fuera Orihuela, aunque el día 18 de septiembre ya había estado allí. Ramón Fernández Palmeral. Alicante.

sábado, 15 de abril de 2017

Manuel Molina y Santiago Moreno, además de amigos eran compadres. Santiago apadrino a su hija Clemencia



SANTIAGO MORENO, O LA INMORTALIDAD SENTADA

                                   Por Ramón Fernández Palmeral en 2005
     Hay poetas que nacen con una cruz y otros crucificados, Santiago Moreno es uno de ellos, a los veintitrés años de edad sufrió una  invalidez reumática que le derrumbó y vivió el resto de sus días crucificado en una silla de ruedas «sustentado sólo en dos ruedas», esperando su «inmortalidad sentada»

     Fue un poeta elegante, espiritual, místico y reconocido por la crítica de su tiempo, Vicente Aleixandre (Premio Nobel en 1977)  le tenía en gran afecto, hay una fotografía de mayo de 1952, en ese año Vicente prepara para Aguilar un volumen de Obra escogida de Miguel Hernández, en cuya foto Santiago esta

    Existe una biografía sobre este poeta, la que escribiera su amigo pintor y escritor callosino Vicente Bautista Belda [ [2] ], Entorno al poetas Santiago Moreno, Silbo, Alicante, 1980. Se relacionó con el pintor alicantino Gastón Castelló que solía visitar Callosa donde según  Vicente Bautista en su libro Vega Baja, Gráficas Zenon, Orihuela, Alicante, 1988, hay varias obras suyas: «Pintor y poetas –escribe en la pag. 53-, grandes amigos, sin bellezas sofisticadas, sintetizaron una visión entrañable de toda una época del paisaje y del hombre».
     En una carta de fecha 24 de junio 2005 Vicente Ramos me cuenta elogiosas palabras sobre Santiago, donde me dice: «Santiago Moreno fue una persona santa, un excelente poeta y un amigo-hermano, dechado de generosidades, de inteligencia y de bondad. Hombre extraordinario».

ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS:
    Nació SANTIAGO MORENO GRAU en Moratalla (Murcia ) el día 11 de agosto de 1911, su madre Desamparado Grau Guilló murió al darle a luz, lo que le debió suponer un sentimiento de culpa y de inexorable fortaleza mesiánica como quien recibe un extraño don.  Estudia medio  Bachiller en su primera juventud pero pronto ha de empezar a trabajar, pasó toda su juventud en Callosa de Segura. Trabajó en la explotación forestal de los montes de Huesca hasta su enfermedad, tenía 23 años, lo acoge su familia materna en Callosa de Segura apodados: «Los Velascos», y renace en él otro hombre, que se aprecie en su poesía de amargura ilimitada. Escribe Vicente Bautista Belda, página 29 de su ya referido libro En torno al poeta Santiago Moreno, que:
     «A la muerte de su padre, que había contraído segundas nupcias de las cuales había nacido una niña deforme, Carmencita, Santiago se traslada con ella y con su madrastra María, a Callosa».
     El médico Lucas lo trata con corrientes eléctricas. Escribe por la necesidad de mantener el movimiento de sus brazos. Lee todo lo que puede de la biblioteca particular del  médico.  Se casó con Gertrudis Romero y tuvo tres hijas. Gertrudis falleció en 1977.  Se ganaba la vida como escribano en Callosa y apenas sacaba un duro al día. Durante la guerra civil fue administrativo en el Hospital de Sangre donde conoció al practicante Luis Pérez y a Francisco Salinas que se convirtió en «su venturoso escudero».  Colabora con algunas revistas, en el año 1942 actúa en público en el local de Acción Católica, invitado por don Antonio Ballester, director del grupo teatral.
    Por edad pertenece  a la generación del 36 y al Grupo de la Vega Baja,  regresó a Alcantarilla a finales del año de 1946,  empleado en las oficinas de una fábrica, su provenir económico era prometedor, después de varias dolencias dejó la oficina a la espera de cobrar el Montepío y puso una frutería en uno de los
     Santiago Moreno aparece incluido en Antología de la Poesía Alicantina actual (1940-1972) de Manuel Molina, Publicaciones de la Caja de Ahorros Provincial de la Excma. Diputación de Alicante, número 13, Alicante, 1973 con tres poemas de su primer libro y «Ciudad Celeste».  Se recogen vicisitudes de su vida y publicaciones en el libro Literatura Alicantina de la posguerra (1940-1965), de Vicente Ramos, Manuel Asín, editor, Alicante, 1967.
     Publicó dos libro de poemas: El amor en el paisaje, Colección Ifach, 1949 y Naturaleza en tránsito, Ediciones Ensayos, Madrid, 1953, prologado por José María Zugazaga.
     Colaboró en diversas revistas literarias alicantinas: Intimidad Poética, Verbo, Ifach, Sigüenza, Bernia, en Identidad, en Radio Alicante y en presa alicantina y murciana.
    Manuel Molina y Vicente Ramos, fueron en tren a Callosa a visitarlo, Manuel escribe una emotiva reseña  de Santiago en la página 149 de su libro antológico ya referido, y además en el número de enero de 1964 de la revista Identidad:
     «Hace más de un cuarto de siglo que nos encontramos con Santiago Moreno Grau en su Callosa adoptiva. Nos había llegado antes su verso que su voz, su gracia expresiva antes que su acento personal. Callosa de Segura acababa de vivir días de angustia lamida por el río de su nombre. En el barrio donde vivía el poeta –barrio bajo como correspondía a su profesión de pobre– la humedad todavía señalan su triste presencia y acentuaba el desamparo de aquel hombre sobre su carrito de inválidos. Pero toda era mínimo ante el valor moral de este ser, la fortaleza de su espíritu estremecido de bondad, la pureza de sus sentimientos y la altura de su fe, su fe que hacía el milagro de convertir aquel arroyo de penas, en un canto de amor y de amistas».
   
    Vicente Ramos, en la página 88 de su libro Literatura Alicantina de la Posguerra (1940-1965), Escribe al comentar anécdotas sobre la publicación del libro El amor en el paisaje, con el que se inauguró el nacimiento de la colección Ifach, que dirigían precisamente Vicente y Molina,  impresa por Gráficas Gutenberg de Alicante, que nació tras la ruptura en 1947 con Verbo que dirigía el valenciano José Albi, Además dirigieron un «Boletín Informativo de las Ediciones Ifach», primer número marzo-abril de 1949 hasta el verano de 1950. Así como el boletín de poesía ISO (Instituto Social Obrero), del sacerdote Alejo García Sánchez. Vicente escribió también un artículo homenaje  sobre Santiago en la revista Identidad, en el número de enero de 1964,  titulado: «El poeta de la Ciudad Celeste», que al comentar el libro El amor en el paisaje, escribe:
   «Santiago Moreno se incendia en el propio fuego de su íntima realidad viviente. No es la hora del sueño; se abisma, lúcido, en los fondos secretos de su origen. Pregunta y lucha. Y cuando alcanza la victoria, ésta es, de nuevo, palabra: revelación grave, quemante, firme, alucinada ».

    El amor en el paisaje, es hoy en día un libro valioso para bibliógrafos, está precedido por un retrato a pluma del pintor alcoyano Miguel Abad Miró, ya referenciado en Notas.  Preside al libro El amor en el paisaje una breve autocrítica del autor y un poema de la poetisa chilena Stella Corvalán con la que mantenía correspondencia. Cierra el libro poemas homenajes de Lucio Ballesteros, Juan Valls Jordá, Francisco Salinas, Manuel Molina y Vicente Ramos.
     «Santiago era ya por aquel tiempo -1948- el amigo hermano, un norte de bondad, fuego de acrisoladas virtudes y bálsamo de confraternidades, mágico centro de un extenso grupo de amigos, que, de vez en cuando, se reunía en Alicante o en Alcantarilla, lugar de su residencia. Todos los componentes escuchábamos con deleite la amorosa ascensión de sus palabras, que nos hacía soñar cielos de ternura. La máxima pureza humana, el mayor y más fecundo y más generoso sentimiento de hermandad nos conmovía y ganaba a todos cuantos gozamos de aquellas íntimas, sencillas y hondas asambleas de amical amor y poesía».

    El escritor alicantino Mariano Sánchez Soler, considera a Santiago como una firma emblemática de la poesía en La ciudad transparente: Alicante 2003, obra que puede ser consultad en las páginas web de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, escribe al evocar la revista Ifach, que:
     «Ifach además rompió fronteras. A través de Santiago Moreno Grau mantuvo correspondencia poética con las chilenas (sic) Juana de Ibarbourou [uruguaya]  y Stella Corvalán [chilena] (Perfiles de Argentina), relacionadas con el Grupo de Amigos de la Poesía de Alicante, una tertulia literaria en la que se daban cita aquellos decididos poetas que buscaban la belleza en una ciudad aún sumergida en la dura posguerra. Y en esa búsqueda, desde las páginas del «anejo» de I.S.O. aquellos escritores recordaron a Gabriel Miró en el decimonoveno aniversario de su muerte…».
     A este recuento de jóvenes autores que publicaron en Ifach es preciso añadir los nombres de Lucio Ballesteros (Poema), Manuel Gutiérrez de la Fuente (El trigo joven), Antonio Oliver (Elegía a Gabriel Miró) y Julián Andúgar, que sería senador socialista por Alicante en las primeras elecciones democráticas.
      Santiago hizo una autocrítica para su  libro El amor en el paisaje (1949), que era su primer libro y podía ser el último, y escribió:  «No tengo vocación literaria; me gusta, sí, vivir la poesía e intento a veces expresarla porque me hiere dentro».  
      Indudablemente estas declaraciones son las de un hombre herido por el dolor físico y las dificultades económicas de un tiempo duro y de privaciones de posguerra. De ese dolor nacieron sus poemas de la experiencia interior y dejó escrito: «¡Ojalá que algún alma se beneficie de ellos!».
Sin embargo, de todos lo poemas que he leído de Santiago, hay un soneto que me conmueve y donde nos habla de todo ese dolor físico que arde en su cuerpo inválido y de su desesperación mística, donde pide a Cristo en la cruz la lanza que le hirió para que acabe con su cruel vida, y  que aparece recogido en el libro En torno al poeta Santiago Moreno.  Dijo Santiago que era lo mejor que había podido producir en vida:

ANTE DIOS MUERTO
Cadáver de la luz, Cruz sin vida:
Si Amor ha de morir, ¿qué me sostiene?
¿por qué la lanza que te hirió no viene
para herir mi cruel tierra transida?

iFecunda sangre de bondad vertida!
Por mis entrañas su raudal resuene.
Inúndame, Señor, haz que me llene
del caliente perdón de tu partida.

Libérame por fin del duro yugo
de la terrible sombra de mí mismo.
¡Apiádate de mí!... ¿Fui tu verdugo!

Y puesto en lo profundo estás ahora,
¡ahonda, ahonda hasta el inmenso abismo
para elevarme a tu divina aurora!

      El sentimiento de tránsito de este soneto bellísimo, lo reafirma también Santiago, cuando  hizo una autocrítica para su libro Naturaleza en tránsito, donde deja escrito:
    «…Que me esfuerzo, que sufro, remonto el padecer y traspaso su límite para buscar un reino, una fe que sostenga la arquitectura pulcra y sin apoyo, un casi cierto ver en la «transmuerte». Que la muerte libra y afianza?».
      Santiago era como dice unos de sus versos de  «Ciudad Celeste»:
                             Puro labio ardentísimo bebiendo
                             la transida canción en la colmada copa milenaria.
  
     José María Zugazaga escribió el prólogo que hizo para Naturaleza en tránsito (1953), donde escribe:
    «Su procedencia literaria adviértase en seguida, no ya por razones geográficas –Azorín es levantino y nada ha influido sobre él– sino por afinidad y temperamento Gabriel Miró, el cincelador de “Años y leguas”, se adivina en seguida en el estilo de Moreno, en sus imágenes audaces y elevadas, en la cuidada adjetivación ».
     En Naturaleza en tránsito le dedica el poema «Médicos» al doctor Luis Rivera. Escribe de ellos:  «Yo os saludo, ¿oh príncipes del alba,/ custodios de mi voz y de mis angustia/».
     Evidentemente el estilo de Santiago es el de un sermón mironiano, que da consejos morales y analiza las razones espirituales del hombre y sus sentimientos más ruines, y el por qué de su destino y existencia. Le gusta descifrar  o mondar hasta el hueso los misterios de la vida y de la muerte.  Porque uno puede hacerse pintor, pero no puede hacerse poeta.  Él busca la perfección.
     El pintor y escritor callosino Vicente Bautista Belda, lo conoció en Callosa de Segura  en 1935, nos hace un retrato patético en la página 11 de su ya referido libro:
     «Dos libros, tres hijas, poemas y prosa esparcidos o perdidos, cabellos negros y lisos, moreno y silencioso como faquir dolorido, huérfano que pierde a su madre al darle él la luz, músculos de atleta tullido, inconforme pro dentro y resignado por fuera, ojos inundados de melancolía en desmesuradas cuencas abiertas a un horizonte de inexorable soledad…» Más delante en la página 27 escribe: «Le observé atentamente, atraído por su cuello de cisne, la fuerza interior que parecía emanar de él».
Contrabandista. De los de antes claro, y no como los estraperlistas de ahora…». El esfuerzo mereció la pena.  Así era Santiago Moreno en medio de una tormenta salía por peteneras.
    Cuando en otro viaje que hicieron a Jávea (Alicante) para un recital el día 6 de septiembre de 1947 en el tren moruno, le llamaban al que va por la costa del Levante, cuenta Bautista que el tren se parecía a aquellos brasileños que la gente tenía que bajarse para empujar en las cuestas,  es uno de los mejores episodios del libro,  hizo el viaje junto al autor del libro: Vicente Bautista, con Paco Salinas,  Manuel Molina, Julián Andúgar, a Lucio Ballesteros y José Albi les esperaban en la estación de Jávea.  Ramos le dijo a Bautista que sacara billete de segunda y no de tercera, pero éste tomó billetes de tercera. Pero por mala fortuna cayeron en vagones de segunda, les tocó un revisor duro que les cobró la diferencia. El grupo poético se alzó en clamor reivindicativo:
     «Ramos improvisó con empaque académico; Molina sacó una cédula personal o cartilla o racionamiento, y nombró a Orihuela, cuna de origen; Andúgar, subido en el asiento, blandió su bastón, salpicó de saliva la espalda del funcionario y le predijo la separación del Cuerpo; Salinas le apostrofó tan rápido, que no supimos del todo lo que le dijo sobre unas amistades hispanoamericanas. Y Santiago, indulgente por naturaleza, intentó conciliar las Letras con el ferrocarril, llamando al corazón del gnomo en guardapolvos».  El revisor  de nariz avinagrada no escuchó las alegaciones y los improperios, se mostró inmutable el único hombre al que Santiago no pudo conmover».    
    Los poetas como Santiago Moreno Grau no resucitan porque no está muertos, sino siempre vivos en estos libros sobre los que gasto mis «pupilas insondable» y en este leve recuerdo que le dedicamos.
    En agosto de 1956 ganó un premio literario en las fiestas de Callosa, junto a Paco Salinas y Vicente Bautista. Santiago vino en tren desde Alcantarilla en la estación fueron a esperarlo Blas de Otero, el discurso en entrega del premios los hizo Antonio Hidalgo.
    Mantuvo Santiago larga correspondencia además de los amigos ya nombrados también con la poetisa uruguaya: Juana de Ibarbourou [ [3] ],  con la poetisa  chilena Stella Corvalán [ [4] ] Estuvo interesada en hacer gestiones para su curación a  Santiago en Argentina.
    Gastón Castelló le dedicó un dibujo a plumilla en 1980, en el que se ve de fondo a Callosa y una orla delante que dice: «En memoria de santiago Moreno. Gastón Castelló».
    Cerramos esta semblanza con unos versos que le dedicó Rafael Azuar a su muerte:
                                         Siempre estarás, amigo, entre nosotros.
                                         Comulgaremos tu palabra pura,
                                         de ruiseñor, de musical esencia,
                                         alimento celeste de la tarde.

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NOTAS
[1] ] Miguel Abad Miró (Alcoy,1912-1994), fue  uno de los amigos a Miguel Hernández a quien conoció en Alicante en el verano de 1937, le ayudó a Miguel en su última etapa carcelaria, enfermedad y muerte en Alicante, con lo del servicio de radiología portátil del doctor Barbero y a gestionar lo del sanatorio de Porta-Coeli, autorización que llegó dos días antes de su muerte, trató de cerrarle los ojos, mas no pudo hacerlo, este recuerdo el llevó a pintar el lienzo Boceto para un recuerdo de Miguel Hernández muerto, 1980, y fue quien diseñó y pagó la primera lápida del poeta, 700 pesetas de su bolsillo, la del nicho 1.009. Previamente, en noviembre de 1941 hizo fotos a Josefina Manresa y a su hijo para que el poeta pudiera verlas.
    Ilustró algunos poemas de El rayo que no cesa, en 1942 para un poema de Miguel considerado de altos vuelos líricos, «Las manos» para Versos en la guerra, «Sangre del poeta», «El hombre acecha», retrato de Miguel Hernández firmando en 1984.
    En septiembre de 1937 es movilizado para servicios auxiliares y trasladado a Alicante, forma parte de la Alianza junto a Gastón Castelló, Melchor Aracil y González Santana, colabora ilustrando Versos en la Guerra, Socorro Rojo, 1938, donde publican poemas Miguel Hernández, Gabriel Baldrich y Leopoldo Urrutia.  Finalizada la guerra civil fue detenido varias veces. Se casó con  María Llobregat y tuvo un hijo. La Fundación Cultural Miguel Hernández organizó hizo una exposición homenaje en 2003 en Orihuela.
   Entre 1960 y 1977 trabajó como arquitecto en Sevilla, catedrático de dibujo en la escuela de Arquitectos y decano del Colegio de Arquitectos. En noviembre de 1978 realiza una exposición individual en la Galería Rembrant de Alicante, Antonio Bonet Correa, escribirá el prólogo, y realizó múltiples exposiciones individuales. Aparece en el Diccionario de las vanguardias en España, 1907-1936 de José Manuel Bonet.

[2] ] Nació en Callosa de Segura. Estudió Bachillerato en el Colegio Santo Domingo de Orihuela, donde conoció a Ramón Sijé y a Miguel Hernández. Estudió pintura con Gastón Castelló en su estudio de calle San Fernando, con Genaro Lahuerta en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, y en la Grande Cahumièr de París. Ha sido premiado y finalista en varios premios literarios. Reside en Callosa. Padre de la tertuliana y poetisa Mati Bautista.

[3]]  Que se llamaba Juana Fernández Morales, (Melo 1895-Montevideo 1979), apellido adoptado de su marido el capitán Lucas Ibarbourou, en 1947 fue elegida miembro de la Academia uruguaya, y en 1959 le fue concedido el premio nacional de literatura, se granjeó el título de «Juana de América».

[4] ]  Stella Corvalán Vega llevó por el extranjero su extensa y variada creación literaria.  Nació en Talca 1910 - Nuñoa de Santiago 1994; vivió en Rancagua hasta los 7 años con su abuela, quien le ofrece los cuidados maternales necesarios. Regresan a Talca y Stella entra a estudiar en el Liceo Fiscal (actual Liceo de Niñas), después en Santiago sigue la carrera de Derecho en la Universidad de Chile, profesión que no ejercerá.  Amiga de Getulio Vargas, presidente del Brasil,  que se suicidó,  de Pío Baroja que prologó su libro «Sinfonía del viento», de Paco Salinas.

Nota del autor.- Quiero agradecer la documentación y fotos  aportada por Vicente Ramos, Gaspar Peral Baeza  y   Mati Bautista, hija de Vicente Bautista Belda,   para la redacción de este artículo.

MIGUEL HERNÁNDEZ Y MANUEL MOLINA




MIGUEL HERNÁNDEZ  Y  MANUEL MOLINA

    Nos encontramos en el centenario del nacimiento del poeta alicantino Manuel Molina Rodríguez (1917-1990) y en los 75 años de la muerte de Miguel Hernández: dos amigos de la infancia y juventud, con siete años de diferencia de edad. Esta diferencia hizo dudar a los estudiosos hernandianos de la verdadera amistas entre ambos amigos y vecinos. Una amistad que hubiera perdurado en el tiempo si no hubiera sido porque se interpuso entre ellos una injusta y terrible guerra civil. A los despropósitos bélicos se unión el adversario Ramón Pérez Álvarez (1918-1986) cuyas cerbatanas envenenas de críticas hicieron tambalear la existencia de la tertulio literaria de la Tahona de los Fenoll en Orihuela en los años treinta.
    La animadversión de Pérez Álvarez se hizo patente en varios artículos publicados en la revista La Lucerna, que negó la existencia de esa tertulia, cuando en realidad Ramón no pertenecía a ella porque era ocho años menor que Miguel Hernández, y su única vinculación con el grupo de Orihuela fue, el  de haber sido secretario de la revista Silbo  en los números de mayo y junio de 1936, que dirigía y pagaba el poeta panadero Carlos Fenoll Felices. Además Pérez Álvarez se enfadó iracundamente con Fenoll cuando éste, nombró a Molina como el “Benjamín del Grupo Silbo” en el prólogo del libro de Molina Versos en la calle de 1955. En algunas ocasiones Molina se reunió con Miguel Hernández, Carlos Fenoll, con su hermano Efrén y  Ramón Sijé en la tahona. (Ramón Sijé estaba noviando con la panadera Josefina Fenoll «de pan más trabajado y fino»).
    Y ¿por qué iba Manuel Molina por la tahona?, sencillamente porque vivía en calle Barrio Nuevo, colindante con la calle de Arriba, a unos escasos cien metros. Esta residencia me la confirmó Maruja Varó Busqueir (viuda de Manuel Molina) en una entrevista que le hice en 2012 en su casa de Alicante. Por lo tanto, tenemos más afirmaciones que negaciones sobre la tertulia, así como la confirmación  del historiador Vicente Ramos.
    Volviendo a retomar el título de este artículo, y ahora en 2017, he descubierto en el Legado digitalizado de Miguel Hernández en Jaén, las cartas manuscritas  donde cita a Molina como amigo de Orihuela están en las dirigidas a Carlos Fenoll y a Josefina Manresa. Dichas cartas las puede encontrar el lector en las Obras Completas de Hernández, de  Espasa-Calpe, en las páginas: «2369, carta de finales de enero de 1936 dirigida a Carlos; la segunda está en la página 2684, de fecha 2 de agosto de 1941 (Estando Miguel en el Reformatorio de Adultos de Alicante) dirigida a Josefina, donde le escribe: «Decid a Molina que busque una buena biología y algún manual de historia que no sea elemental». Al parecer Miguel quería informase sobre la enfermedad pulmonar que le aquejaba. La tercera cita se halla en la página 2687 de 23 de agosto de 1941, donde en otra carta a Josefina escribe: «Recuerdos de Miguel para Molina».
    En la segunda quincena de septiembre de 1939, Miguel una vez puesto en libertad de la prisión de Torrijos de Madrid estuvo en la casa de Molina en Alicante buscándolo, y como no lo encontró dejó recado a la hermana de Molina de su visita. Al  siguiente día Molina fue a Cox con Carlos Fenoll para advertirle que no fuera Orihuela, aunque el día 18 de septiembre ya había estado allí escribiendo una carta en la  máquina de escribir de los padres de Ramón Sijé dirigida a José María de Cossío. Yo tenía dudas de esta visita de Molina a Cox y así lo hice constar en mi libro Carlos Fenoll, trayectoria vital y poética de 2012, pero recientemente he encontrado la confirmación de Josefina Manresa en la página 101 de su libro Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández, 1980, donde escribe:   «...En septiembre de 1939 entró Miguel  a la tienda [una de comestibles de Cox] con Carlos Fenoll y Molina [llegó de Alicante] a tomar un refresco, y le llamó la atención el cuadro [un Corazón de Jesús] y al día siguiente me contó mi prima [Carmen] muy enfadada, que le había preguntado Miguel: “A cómo da ese tío los tomates” [refiriéndose al corazón de Jesús del cuadro]».

Ramón Fernández Palmeral
Experto hernandiano
Autor de: Miguel Hernández, el poeta del pueblo.