SANTIAGO MORENO, O LA INMORTALIDAD SENTADA
Por
Ramón Fernández Palmeral en 2005
Hay poetas que nacen con una cruz y otros crucificados, Santiago Moreno es uno
de ellos, a los veintitrés años de edad sufrió una invalidez reumática
que le derrumbó y vivió el resto de sus días crucificado en una silla de ruedas
«sustentado sólo en dos ruedas», esperando su «inmortalidad sentada»
Fue un poeta elegante, espiritual, místico y reconocido por la crítica de su
tiempo, Vicente Aleixandre (Premio Nobel en 1977) le tenía en gran
afecto, hay una fotografía de mayo de 1952, en ese año Vicente prepara para
Aguilar un volumen de Obra escogida de Miguel Hernández, en cuya foto
Santiago esta
Existe una biografía sobre este poeta, la que escribiera su amigo pintor y
escritor callosino Vicente Bautista Belda [ [2] ], Entorno
al poetas Santiago Moreno, Silbo, Alicante, 1980. Se relacionó con el
pintor alicantino Gastón Castelló que solía visitar Callosa donde según
Vicente Bautista en su libro Vega Baja, Gráficas Zenon, Orihuela,
Alicante, 1988, hay varias obras suyas: «Pintor y poetas –escribe en la pag.
53-, grandes amigos, sin bellezas sofisticadas, sintetizaron una visión
entrañable de toda una época del paisaje y del hombre».
En una carta de fecha 24 de junio 2005 Vicente Ramos me cuenta elogiosas
palabras sobre Santiago, donde me dice: «Santiago Moreno fue una persona santa,
un excelente poeta y un amigo-hermano, dechado de generosidades, de
inteligencia y de bondad. Hombre extraordinario».
ALGUNOS
DATOS BIOGRÁFICOS:
Nació
SANTIAGO MORENO GRAU en Moratalla (Murcia ) el día 11 de agosto de 1911, su
madre Desamparado Grau Guilló murió al darle a luz, lo que le debió suponer un
sentimiento de culpa y de inexorable fortaleza mesiánica como quien recibe un
extraño don. Estudia medio Bachiller en su primera juventud pero
pronto ha de empezar a trabajar, pasó toda su juventud en Callosa de Segura.
Trabajó en la explotación forestal de los montes de Huesca hasta su enfermedad,
tenía 23 años, lo acoge su familia materna en Callosa de Segura apodados: «Los
Velascos», y renace en él otro hombre, que se aprecie en su poesía de amargura
ilimitada. Escribe Vicente Bautista Belda, página 29 de su ya referido libro
En torno al poeta Santiago Moreno, que:
«A la muerte de su padre, que había contraído segundas nupcias de las cuales
había nacido una niña deforme, Carmencita, Santiago se traslada con ella y con
su madrastra María, a Callosa».
El médico Lucas lo trata con corrientes eléctricas. Escribe por la necesidad de
mantener el movimiento de sus brazos. Lee todo lo que puede de la biblioteca
particular del médico. Se casó con Gertrudis Romero y tuvo tres
hijas. Gertrudis falleció en 1977. Se ganaba la vida como escribano en
Callosa y apenas sacaba un duro al día. Durante la guerra civil fue
administrativo en el Hospital de Sangre donde conoció al practicante Luis Pérez
y a Francisco Salinas que se convirtió en «su venturoso escudero».
Colabora con algunas revistas, en el año 1942 actúa en público en el local de
Acción Católica, invitado por don Antonio Ballester, director del grupo
teatral.
Por edad pertenece a la generación del 36 y al Grupo de la
Vega Baja, regresó a Alcantarilla a finales del año de 1946,
empleado en las oficinas de una fábrica, su provenir económico era prometedor,
después de varias dolencias dejó la oficina a la espera de cobrar el Montepío y
puso una frutería en uno de los
Santiago Moreno aparece incluido en Antología de la Poesía Alicantina actual
(1940-1972) de Manuel Molina, Publicaciones de la Caja de Ahorros
Provincial de la Excma. Diputación de Alicante, número 13, Alicante, 1973 con
tres poemas de su primer libro y «Ciudad Celeste». Se recogen vicisitudes
de su vida y publicaciones en el libro Literatura Alicantina de la posguerra
(1940-1965), de Vicente Ramos, Manuel Asín, editor, Alicante, 1967.
Publicó dos libro de poemas: El amor en el paisaje,
Colección Ifach, 1949 y Naturaleza en tránsito, Ediciones Ensayos,
Madrid, 1953, prologado por José María Zugazaga.
Colaboró en diversas revistas literarias alicantinas: Intimidad
Poética, Verbo, Ifach, Sigüenza, Bernia, en Identidad, en Radio
Alicante y en presa alicantina y murciana.
Manuel Molina y Vicente Ramos, fueron en tren a Callosa a visitarlo, Manuel
escribe una emotiva reseña de Santiago en la página 149 de su libro
antológico ya referido, y además en el número de enero de 1964 de la revista Identidad:
«Hace más de un cuarto de siglo que nos encontramos con Santiago Moreno Grau en
su Callosa adoptiva. Nos había llegado antes su verso que su voz, su gracia
expresiva antes que su acento personal. Callosa de Segura acababa de vivir días
de angustia lamida por el río de su nombre. En el barrio donde vivía el poeta
–barrio bajo como correspondía a su profesión de pobre– la humedad todavía
señalan su triste presencia y acentuaba el desamparo de aquel hombre sobre su
carrito de inválidos. Pero toda era mínimo ante el valor moral de este ser, la
fortaleza de su espíritu estremecido de bondad, la pureza de sus sentimientos y
la altura de su fe, su fe que hacía el milagro de convertir aquel arroyo de
penas, en un canto de amor y de amistas».
Vicente Ramos, en la página 88 de su libro Literatura Alicantina
de la Posguerra (1940-1965), Escribe al comentar anécdotas sobre la
publicación del libro El amor en el paisaje, con el que se inauguró el
nacimiento de la colección Ifach, que dirigían precisamente Vicente y
Molina, impresa por Gráficas Gutenberg de Alicante, que nació tras la
ruptura en 1947 con Verbo que dirigía el valenciano José Albi, Además
dirigieron un «Boletín Informativo de las Ediciones Ifach», primer
número marzo-abril de 1949 hasta el verano de 1950. Así como el boletín de
poesía ISO (Instituto Social Obrero), del sacerdote Alejo García Sánchez.
Vicente escribió también un artículo homenaje sobre Santiago en la
revista Identidad, en el número de enero de 1964, titulado: «El
poeta de la Ciudad Celeste», que al comentar el libro El amor en el paisaje,
escribe:
«Santiago Moreno se incendia en el propio fuego de su íntima realidad
viviente. No es la hora del sueño; se abisma, lúcido, en los fondos secretos de
su origen. Pregunta y lucha. Y cuando alcanza la victoria, ésta es, de nuevo,
palabra: revelación grave, quemante, firme, alucinada ».
El amor en el paisaje, es hoy en día un libro valioso para
bibliógrafos, está precedido por un retrato a pluma del pintor alcoyano Miguel
Abad Miró, ya referenciado en Notas. Preside al libro El amor en el
paisaje una breve autocrítica del autor y un poema de la poetisa chilena
Stella Corvalán con la que mantenía correspondencia. Cierra el libro poemas
homenajes de Lucio Ballesteros, Juan Valls Jordá, Francisco Salinas, Manuel
Molina y Vicente Ramos.
«Santiago era ya por aquel tiempo -1948- el amigo hermano, un norte
de bondad, fuego de acrisoladas virtudes y bálsamo de confraternidades, mágico
centro de un extenso grupo de amigos, que, de vez en cuando, se reunía en
Alicante o en Alcantarilla, lugar de su residencia. Todos los componentes
escuchábamos con deleite la amorosa ascensión de sus palabras, que nos hacía
soñar cielos de ternura. La máxima pureza humana, el mayor y más fecundo y más
generoso sentimiento de hermandad nos conmovía y ganaba a todos cuantos gozamos
de aquellas íntimas, sencillas y hondas asambleas de amical amor y poesía».
El escritor alicantino Mariano Sánchez Soler, considera a Santiago como
una firma emblemática de la poesía en La ciudad transparente: Alicante 2003,
obra que puede ser consultad en las páginas web de la Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes, escribe al evocar la revista Ifach, que:
«Ifach además rompió fronteras. A través de Santiago Moreno Grau
mantuvo correspondencia poética con las chilenas (sic) Juana de Ibarbourou
[uruguaya] y Stella Corvalán [chilena] (Perfiles de Argentina),
relacionadas con el Grupo de Amigos de la Poesía de Alicante, una tertulia
literaria en la que se daban cita aquellos decididos poetas que buscaban la
belleza en una ciudad aún sumergida en la dura posguerra. Y en esa búsqueda,
desde las páginas del «anejo» de I.S.O. aquellos escritores recordaron a
Gabriel Miró en el decimonoveno aniversario de su muerte…».
A este recuento de jóvenes autores que publicaron en Ifach es preciso
añadir los nombres de Lucio Ballesteros (Poema), Manuel Gutiérrez de la
Fuente (El trigo joven), Antonio Oliver (Elegía a Gabriel Miró) y
Julián Andúgar, que sería senador socialista por Alicante en las primeras
elecciones democráticas.
Santiago hizo una autocrítica para su libro El amor en el
paisaje (1949), que era su primer libro y podía ser el último, y escribió:
«No tengo vocación literaria; me gusta, sí, vivir la poesía e intento a
veces expresarla porque me hiere dentro».
Indudablemente estas declaraciones son las de un hombre herido por el dolor
físico y las dificultades económicas de un tiempo duro y de privaciones de
posguerra. De ese dolor nacieron sus poemas de la experiencia interior y dejó
escrito: «¡Ojalá que algún alma se beneficie de ellos!».
Sin embargo,
de todos lo poemas que he leído de Santiago, hay un soneto que me conmueve y
donde nos habla de todo ese dolor físico que arde en su cuerpo inválido y de su
desesperación mística, donde pide a Cristo en la cruz la lanza que le hirió
para que acabe con su cruel vida, y que aparece recogido en el libro En
torno al poeta Santiago Moreno. Dijo Santiago que era lo mejor que
había podido producir en vida:
|
ANTE DIOS MUERTO
Cadáver de
la luz, Cruz sin vida:
Si Amor ha
de morir, ¿qué me sostiene?
¿por qué
la lanza que te hirió no viene
para herir
mi cruel tierra transida?
iFecunda
sangre de bondad vertida!
Por mis
entrañas su raudal resuene.
Inúndame,
Señor, haz que me llene
del
caliente perdón de tu partida.
Libérame
por fin del duro yugo
de la
terrible sombra de mí mismo.
¡Apiádate
de mí!... ¿Fui tu verdugo!
Y puesto
en lo profundo estás ahora,
¡ahonda,
ahonda hasta el inmenso abismo
para
elevarme a tu divina aurora!
|
El sentimiento de tránsito de este soneto bellísimo, lo reafirma también
Santiago, cuando hizo una autocrítica para su libro Naturaleza en
tránsito, donde deja escrito:
«…Que me esfuerzo, que sufro, remonto el padecer y traspaso su límite para buscar
un reino, una fe que sostenga la arquitectura pulcra y sin apoyo, un casi
cierto ver en la «transmuerte». Que la muerte libra y afianza?».
Santiago era como dice unos de sus versos de «Ciudad Celeste»:
Puro
labio ardentísimo bebiendo
la
transida canción en la colmada copa milenaria.
José
María Zugazaga escribió el prólogo que hizo para Naturaleza en tránsito
(1953), donde escribe:
«Su procedencia literaria adviértase en seguida, no ya por razones geográficas
–Azorín es levantino y nada ha influido sobre él– sino por afinidad y
temperamento Gabriel Miró, el cincelador de “Años y leguas”, se adivina en
seguida en el estilo de Moreno, en sus imágenes audaces y elevadas, en la
cuidada adjetivación ».
En Naturaleza en tránsito le dedica el poema «Médicos» al doctor Luis
Rivera. Escribe de ellos: «Yo os saludo, ¿oh príncipes del alba,/
custodios de mi voz y de mis angustia/».
Evidentemente el estilo de Santiago es el de un sermón mironiano, que da
consejos morales y analiza las razones espirituales del hombre y sus
sentimientos más ruines, y el por qué de su destino y existencia. Le gusta
descifrar o mondar hasta el hueso los misterios de la vida y de la muerte.
Porque uno puede hacerse pintor, pero no puede hacerse poeta. Él
busca la perfección.
El pintor y escritor callosino Vicente Bautista Belda, lo conoció en Callosa de
Segura en 1935, nos hace un retrato patético en la página 11 de su ya
referido libro:
«Dos libros, tres hijas, poemas y prosa esparcidos o perdidos, cabellos negros
y lisos, moreno y silencioso como faquir dolorido, huérfano que pierde a su
madre al darle él la luz, músculos de atleta tullido, inconforme pro dentro y
resignado por fuera, ojos inundados de melancolía en desmesuradas cuencas
abiertas a un horizonte de inexorable soledad…» Más delante en la página 27
escribe: «Le observé atentamente, atraído por su cuello de cisne, la fuerza
interior que parecía emanar de él».
Contrabandista.
De los de antes claro, y no como los estraperlistas de ahora…». El esfuerzo
mereció la pena. Así era Santiago Moreno en medio de una tormenta salía
por peteneras.
Cuando en otro viaje que hicieron a Jávea (Alicante) para un recital el día 6
de septiembre de 1947 en el tren moruno, le llamaban al que va por la costa del
Levante, cuenta Bautista que el tren se parecía a aquellos brasileños que la
gente tenía que bajarse para empujar en las cuestas, es uno de los
mejores episodios del libro, hizo el viaje junto al autor del libro:
Vicente Bautista, con Paco Salinas, Manuel Molina, Julián Andúgar, a
Lucio Ballesteros y José Albi les esperaban en la estación de Jávea.
Ramos le dijo a Bautista que sacara billete de segunda y no de tercera, pero
éste tomó billetes de tercera. Pero por mala fortuna cayeron en vagones de
segunda, les tocó un revisor duro que les cobró la diferencia. El grupo poético
se alzó en clamor reivindicativo:
«Ramos improvisó con empaque académico; Molina sacó una cédula personal o
cartilla o racionamiento, y nombró a Orihuela, cuna de origen; Andúgar, subido
en el asiento, blandió su bastón, salpicó de saliva la espalda del funcionario
y le predijo la separación del Cuerpo; Salinas le apostrofó tan rápido, que no
supimos del todo lo que le dijo sobre unas amistades hispanoamericanas. Y
Santiago, indulgente por naturaleza, intentó conciliar las Letras con el
ferrocarril, llamando al corazón del gnomo en guardapolvos». El
revisor de nariz avinagrada no escuchó las alegaciones y los improperios,
se mostró inmutable el único hombre al que Santiago no pudo conmover».
Los poetas como Santiago Moreno Grau no resucitan porque no está muertos,
sino siempre vivos en estos libros sobre los que gasto mis «pupilas insondable»
y en este leve recuerdo que le dedicamos.
En agosto de 1956 ganó un premio literario en las fiestas de Callosa, junto a
Paco Salinas y Vicente Bautista. Santiago vino en tren desde Alcantarilla en la
estación fueron a esperarlo Blas de Otero, el discurso en entrega del premios
los hizo Antonio Hidalgo.
Mantuvo Santiago larga correspondencia además de los amigos ya nombrados
también con la poetisa uruguaya: Juana de Ibarbourou [ [3] ],
con la poetisa chilena Stella Corvalán [ [4] ] Estuvo
interesada en hacer gestiones para su curación a Santiago en Argentina.
Gastón Castelló le dedicó un dibujo a plumilla en 1980, en el que se ve de
fondo a Callosa y una orla delante que dice: «En memoria de santiago Moreno.
Gastón Castelló».
Cerramos esta semblanza con unos versos que le dedicó Rafael Azuar a su muerte:
Siempre estarás, amigo, entre nosotros.
Comulgaremos tu palabra pura,
de ruiseñor, de musical esencia,
alimento celeste de la tarde.
******************************
NOTAS
[1] ] Miguel
Abad Miró (Alcoy,1912-1994), fue uno de los amigos a Miguel Hernández a
quien conoció en Alicante en el verano de 1937, le ayudó a Miguel en su última
etapa carcelaria, enfermedad y muerte en Alicante, con lo del servicio de
radiología portátil del doctor Barbero y a gestionar lo del sanatorio de
Porta-Coeli, autorización que llegó dos días antes de su muerte, trató de
cerrarle los ojos, mas no pudo hacerlo, este recuerdo el llevó a pintar el
lienzo Boceto para un recuerdo de Miguel Hernández muerto, 1980, y fue
quien diseñó y pagó la primera lápida del poeta, 700 pesetas de su bolsillo, la
del nicho 1.009. Previamente, en noviembre de 1941 hizo fotos a Josefina
Manresa y a su hijo para que el poeta pudiera verlas.
Ilustró algunos poemas de El rayo que no cesa, en 1942 para un poema de
Miguel considerado de altos vuelos líricos, «Las manos» para Versos en la
guerra, «Sangre del poeta», «El hombre acecha», retrato de Miguel Hernández
firmando en 1984.
En septiembre de 1937 es movilizado para servicios auxiliares y trasladado a
Alicante, forma parte de la Alianza junto a Gastón Castelló, Melchor Aracil y
González Santana, colabora ilustrando Versos en la Guerra, Socorro Rojo,
1938, donde publican poemas Miguel Hernández, Gabriel Baldrich y Leopoldo
Urrutia. Finalizada la guerra civil fue detenido varias veces. Se casó
con María Llobregat y tuvo un hijo. La Fundación Cultural Miguel
Hernández organizó hizo una exposición homenaje en 2003 en Orihuela.
Entre 1960 y 1977 trabajó como arquitecto en Sevilla, catedrático de dibujo en
la escuela de Arquitectos y decano del Colegio de Arquitectos. En noviembre de
1978 realiza una exposición individual en la Galería Rembrant de Alicante,
Antonio Bonet Correa, escribirá el prólogo, y realizó múltiples exposiciones
individuales. Aparece en el Diccionario de las vanguardias en España, 1907-1936
de José Manuel Bonet.
[2] ] Nació en
Callosa de Segura. Estudió Bachillerato en el Colegio Santo Domingo de
Orihuela, donde conoció a Ramón Sijé y a Miguel Hernández. Estudió pintura con
Gastón Castelló en su estudio de calle San Fernando, con Genaro Lahuerta en la
Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, y en la Grande Cahumièr de
París. Ha sido premiado y finalista en varios premios literarios. Reside en
Callosa. Padre de la tertuliana y poetisa Mati Bautista.
[3]] Que
se llamaba Juana Fernández Morales, (Melo 1895-Montevideo 1979), apellido
adoptado de su marido el capitán Lucas Ibarbourou, en 1947 fue elegida miembro
de la Academia uruguaya, y en 1959 le fue concedido el premio nacional de
literatura, se granjeó el título de «Juana de América».
[4] ]
Stella Corvalán Vega llevó por el extranjero su extensa y variada creación literaria.
Nació en Talca 1910 - Nuñoa de Santiago 1994; vivió en Rancagua hasta los 7
años con su abuela, quien le ofrece los cuidados maternales necesarios.
Regresan a Talca y Stella entra a estudiar en el Liceo Fiscal (actual Liceo de
Niñas), después en Santiago sigue la carrera de Derecho en la Universidad de
Chile, profesión que no ejercerá. Amiga de Getulio Vargas, presidente del
Brasil, que se suicidó, de Pío Baroja que prologó su libro
«Sinfonía del viento», de Paco Salinas.
Nota del
autor.- Quiero agradecer la documentación y fotos aportada por Vicente
Ramos, Gaspar Peral Baeza y Mati Bautista, hija de Vicente
Bautista Belda, para la redacción de este artículo.
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