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elegía al prójimo
Cuentas tú, buen amigo, que no
hay nadie
para echarte una mano por el hombro
y decirte otra cosa diferente
al epígrafe del último periódico.
Estás
dolido de ver al mundo ciego
discurrir
por un cauce de aguas muertas,
sin hambre de saber, con hambre sola,
vegeta! y exprimida como un tuétano.
¡Pobre
hombre, que quieres derramarte
en
el mar de las aguas infinitas
y no sabes los puntos cardinal
es
de cada corazón estremecido!
Cada
ser es un foco de miserias,
y ninguno queriendo contagiarse
del
mismo mal, que lleva tan adentro
—tan adentro y tan hondo—
que presumo
que
nos debe pisar ya las entrañas.
El
amigo de ayer, el hombre bueno,
aquel con quien jugábamos de tarde
al terminar el último rastrojo,
ya no está con nosotros;
una tarde
se
fué para olvidarse que existía.
Y
aquellos otros, ¡todos ya se han ido!
Sólo
un recuerdo amargo nos contempla
de soledad que quiere recluirnos
a
masticar ceniza y polvo viejo.
Pero
tú no has querido conformarte
y estás aquí —tu carta lo confirma—
queriendo revivir antiguas cosas
que fueron tan amables en su tiempo,
y que hoy son remotas e imposibles
de
volver, ni siquiera, a la memoria.
MANUEL MOLINA
"Hombre a la deriva" 1950
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