11
CARTA ABIERTA
A
1
A tu ausencia eternal se va mi grito,
mi querido Miguel, amigo mío,
hermano de mi voz, y ésta te envío
porque ya con fervor lo necesito.
Desde este mundo triste donde habito
—donde habita conmigo el gris más frío-
cuatro letras de sangre —lo más mío—
a tu clamor valiente te remito.
Cantar para contar cuanto nos pasa
es nuestra servidumbre, nuestra gloria,
nuestro temblor de surco o de barbecho.
La tierra está deshecha, mustia, rasa;
todo es residuo y sal, todo es escoria
de plomo que aprisiona nuestro pecho.
2
AQUÍ
viven los ángeles del luto,
aquí mueren los hombres cada día
con
la cadena al hombro y la agonía
saliéndose a los ojos como un fruto.
Aquí,
más que pequeño, es diminuto
el
corazón que antes se sentía;
el
yugo de la frente que se erguía
señalado
está aquí como en el bruto.
Un paraíso de terror se agita
entre cuatro paredes misteriosas
que estrangulan la sed de ver el mundo.
Se necesita hiel, se necesita
coraje de serpiente sinuosa
para cruzar un charco tan inmundo.
3
ESTAS
a la otra orilla de la Nada,
has
encontrado el bien de lo futuro,
no sabes de esta vida desligada
de todo lo más noble y lo más puro.
Tu
vida con tu muerte está ganada,
no has pasado el camino más oscuro
de toda una existencia atormentada:
has arribado a puerto bien seguro.
No he de clamar ni en un solo lamento
por la amistad partida en dos abrazos,
y me siento feliz, alegremente.
Yo sé que has de volver, yo ya presiento
anillada tu voz en fuertes lazos
para unirme a tu ser eternamente.
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