el superviviente
A Vicente Aleixandre
Aquí,
junto a esta sombra de mar desvanecido
todo
tu cuerpo huele a vida prematura,
a
niño recién hecho que navega en la espuma
del
estiércol que aflora su inútil geografía.
Aquí,
junto a esta pausa
que
va y viene en la noche,
donde
todo se hunde con avidez de rayo,
tu
ser despereza,
se
levanta y se yergue
como
la sombra misma que quisiera cubrirte.
La
muerte ya ha ceñido su cintura concreta
y
el mar, ceniza grave, paladea su fruto;
el silencio se asoma al siniestro que muere
en soledad de sombras superpuestas y nulas.
No quiero preguntarte por qué levantas alas
entre
tanto cadáver que orilla tu destino;
sólo quiero decirte esas cuatro palabras
que siempre dice uno cuando todo lo ignora.
¡Qué mar, qué desventura!, de qué camino ciego
venían tus relojes ciñéndote a sus horas,
cuando, desde la noche, amaneciste solo,
sin
nada donde asirse tu soledad madura.
¡Qué viento, qué trinchera, qué nave congelada
te salvó de la asfixia que quemaba la tierra!
Fué,
acaso, el hilo terco que une dos edades
o el soplo milagroso que convoca a los cuerpos
Aquí, superviviente del vértigo que anula,
entre
el polvo transido,
en la lágrima enjuta,
viajero
en la sombra del más alto destino,
el poeta te nombra
Poeta de la Vida.
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