Manuel Molina

Manuel Molina
Retrato de Ramón Palmeral 2017

viernes, 30 de diciembre de 2022

Prólogo de Camilo José Cela al poemario de Manuel Molina, titulado "Coral de Pueblo" de 1968

 

                                               (Retrato de Melchor Aracil)

 

 Prólogo

 SALUDO AL POETA AMIGO

SE nace poeta como se nace chino, como se nace ciego
d o como se nace príncipe, esto es, al margen de nuestra
propia voluntad y sin comerlo ni beberlo. La poesía
es una dolencia del alma y del cuerpo -ni contagiosa ni
hereditaria: congénita- que se reparte por una nube de
diosecillos antojadizos y caprichosos, tímidos y también
descarados, arbitrarios y zascandiles, con la cabeza a
pájaros de trino (pintacilgos, mirlos, ruiseñores) y en
bandolera un carcajo de flechas talladas en palo noble
-y a punta de navaja- por las musas. Al que le dan,
le dieron, y aquí no se admiten reclamaciones: que San
:Juan, y fray Luis, y don Antonio, lloraron su dignidad
en delicado verso y, sobre saberse con un ángel en la
garganta y una amapola brotándoles del corazón, pasaron
por este valle de lágrimas como silbidos.


H oracio no tenía razón al llamar a los poetas « genus
irritabile», no; Horacio estaba, quizás, demasiado paga-
do de sí mismo. Los poetas no son como los pinta Horacío
sino más bien como los Goncourt los vieron: vestidos
de figura de M are Chagall y subiendo hasta las estrellas
por una escala de cuerda tocando el violín. El mérito es
no caerse y sonreir y, además, que el violín suene armoniosamente
con delicadeza (mansa o fiera que, a estos
efectos, poco importa).


Al poeta Manuel Molina suelo representármelo, en
la memoria, como un dramático títere de Marc Chagall
(otro es Bécquer, por ejemplo, y el tercero, Rilke, que enamoraba
duquesas y moría de pinchazo de rosa), gateando
por una escalera de pelo de mujer y comiendo los mejillones
que se crian en las nubes ancianas y remotas.
Ahora, a lo que parece, el poeta Manuel Molina va
a publicar un libro de versos para el que me pide unas
palabras de saludo (la prGsentación no la precisa): a la
ocasión la pintan calva y la circunstancia, por esta vez,
se bautiza con gallardo nombre de torero.
Y o creo que a los poetas no se les debiera permitir
que publicaran sus versos; en el fondo, esto de publicar
versos es una indecencia: es algo así. como desnudarse en
medio de la calle y escandalizar a los guardias municipales,
a los violinistas y a las novias pobres que pasan,
con una deleitosa y amarga cadencia, por la vida de
cada cual. A los poetas, lo prudente sería cegarlos con
un puro encendido, como a los verderoles, para que cantaran
más desesperadamente y aun mejor. Lo que pasa
es que no es costumbre; la crueldad, no obstante la poesía
que encierra, está siendo desterrada de las conciencias.
Quizá sea preferible que así suceda.


El poeta Manuel Molina, en este trance de hoy, canta
al amigo muerto con una honda pena y una alta gloria.
Oribuela es buertecillo de poetas serenos, emocionados y
civiles. Por los caminos de Oribuela, el tiempo se llevó
ya el ruido de unas pisadas de pastor. Pero en el aire
que la envuelve, aún se respira el mismo sutil aire que
nutrió al amigo en alegría. Y el poeta Manuel Molina,
que lo sabe y también que lo sabe decir, nos lo dice ahora,
casi al oído, sonriendo como un mozo con la voz
templada en los veneros más ciertos y entrañables.
Cuando pasé por Alicante se lo dije y ahora lo repito
para el mejor gobierno de todos.


CAMILO JOSÉ CELA

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